jueves, 17 de diciembre de 2009

MI ANALISIS DEL LAZARILLO DE TORMES

El lazarillo de Tormes, tratado 1.


Esta obra se constituye como una de las piezas clasicas de la literatura española por su trascendencia, su originalidad y su contenido que integra, de una manera sencilla y brillante, humor, critica, valores y una serie de anécdotas que guarda el personaje y transmite en la forma de esta novela del siglo XVI, precursora de la novela picaresca.

A pesar de la importancia que ha tenido “el lazarillo de Tormes” nunca se ha conocido su autor y ha dado lugar a especulaciones en torno a esta interrogante desde su aparición en 1554, fecha de la edición conocida mas antigua.

La obra esta escrita en un estilo autobiográfico de literatura epistolar donde un “pícaro” relata sus experiencias desde muy pequeño y se ve envuelto en las circunstancias que le depara una realidad social dura, cruel para el que debe aprenderlo todo para sobrevivir.

La sátira de situaciones que le acontecen también guarda severas criticas al clero y la nobleza de la época, además de lecciones morales. Este relato en primera persona constituye también una justificación de la situación final del protagonista, la que seria el presente desde donde comienza la obra. Consta de siete tratados en donde irán apareciendo nuevos personajes que se cruzarán en la vida del Lazarillo, nueve amos de los que el joven rescatará importantes lecciones que pondrá en práctica para combatir sus dos principales motores, el hambre y la necesidad de supervivencia.

A pesar de que el “pícaro” suele ser definido como una persona “amoral” el caso de Lázaro es diferente ya que el lector simpatiza con él y llega a quererlo por conocer su origen y las circunstancias que lo han llevado a moldear su carácter y volverlo de ingenuo a cínico.

Cuidando un estilo propio de la lengua castellana oral de comienzos del Renacimiento esta obra tiene como destinatario a “vuestra merced”, tratamiento utilizado con personas de condición social superior.

La finalidad de esta carta se entiende como una confección hecha a una importante autoridad del clero. La parodia está presente el la obra tomando de punto a las narraciones caballerescas del Renacimiento, la literatura de gestas de guerra, cortesanos llevados por el amor, y se desenvuelve en una “epopeya del hambre”, como lo llaman varios autores.

El primer tratado comienza con la presentación del protagonista que comienza diciendo “ Pues sepa vuestra merced, ante todas cosas, que a mi me llaman Lázaro de Tormes”.

“Pues” es una interjección coloquial que denota la certeza de un juicio o suposición anterior y en este caso tiene un valor condicional. El narrador se dirige a un “tu” que trata con respeto, como ante quien se confiesa y se presenta como era la costumbre señalando su lugar de origen y el de sus padres. En este primer párrafo también sabemos el por que del sobrenombre “Tormes”, Lázaro explica que nació dentro del río ya que su madre lo tuvo mientras trabajaba allí.

En el segundo párrafo el narrador cuenta cómo su padre fue acusado de robar de los sacos de trigo de sus compañeros por lo que fue encarcelado “y confesó y no negó, y padeció persecución por justicia”. Aquí vemos la utilización paródica del Sermón de la Montaña, “Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”



Lázaro nombra por primera vez a Dios cuando dice que espera que su padre esté en la gloria porque “el Evangelio los llama bienaventurados”. Aquí podemos notar el uso de la ironía ya que el padre padeció la muerte en el exilio.

El hecho de que Lázaro sea hijo de un ladrón tiene que ver con el estigma de “pícaro” con el que deberá cargar, aún antes de abrirse paso en el mundo.

En el párrafo siguiente el narrador cuenta la suerte que corrió su madre, viéndose viuda. “Arrimarse a los buenos por ser uno de ellos”, la madre de Lázaro decidió huir a la ciudad donde no la juzgarían por las acciones de su por su marido. Ella no era culpable de nada. En la ciudad ella trabajaba cocinando y lavando ropa, y en ese entorno frecuentaba las caballerizas. Fue allí donde conoció a “Zaide” un hombre moreno que en un principio visitaba la casa por las noches y Lázaro le temía por sus rasgos, hasta que luego reparó en que cuando el moreno estaba de visita no faltaba la comida y así le tomó cariño.

Pronto se unió un nuevo integrante a la familia, “un negrito muy bonito”, al que Lázaro ayudaba a cuidar. A partir de la siguiente anécdota que cuenta el narrador tenemos más datos acerca de cómo era la relación entre el moreno Zaide y su hijo sabemos que, cuando el niño lo veía, corría a los brazos de su madre y, señalándolo, lo llamaba “coco” porque le temía al no reconocerlo. El moreno le contestaba riéndose “Hideputa”, contracción de la expresión popular, donde notamos claramente la fidelidad de la transcripción del lenguaje oral de un estrato social humilde donde determinados términos, que en otros lugares serían inapropiados o insultantes, aquí pueden significar un tratamiento de cariño.

En el siguiente párrafo el narrador recuerda que aunque era un niño muy pequeño llegó a una conclusión que no olvidó: “¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismo!” Con esta expresión Lázaro muestra una visión ingenua y sana de las personas como iguales entre sí, y en este pensamiento habla de aquellos que huyen de otros por sentirse diferentes a pesar de que todos, unos y otros, son igualmente personas. Esta es una intervención con la que el “pícaro” deja claras las diferencias que hay en las conductas sociales comunes en las personas y lo incoherentes que son en realidad.


En el correr de la narración sabemos que el padrastro de Lázaro fue acusado de ladrón y castigado pero no les pasa lo mismo a todos, la justicia no se imparte para todos por igual. Se establece una comparación entre Zaide y los hombres de la Iglesia, en cuanto que los ambos roban.

Lázaro es interrogado con respecto a los delitos de su padrastro y responde con la verdad porque tiene la inocencia de los niños. Con el correr de los años aprenderá a callar cuando le convenga. El moreno fue castigado como se acostumbraba en la época, con pérdida de sueldo y cien azotes. Por ser negros o moros se les “pringaba”, o sea se les echaba grasa o tocino derretido sobre las heridas que le habían quedado de los azotes.

Antiguamente que las mujeres conviviesen con personas de otra religión era considerado herejía y recibían como castigo cien azotes y esto es lo que le ocurrió a su madre. “Por no echar la soga tras el caldero..” es una expresión como una máxima o un dicho popular que significa que aunque se haya perdido algo se puede evitar perderlo todo, por eso la madre acepta la sentencia. Ella se va a trabajar al “mesón de la Solana”, un espacio negativo que es relacionado a la gente que está de paso. En ese lugar se terminó de criar el hermano de Lázaro y él mismo ayudaba a su madre llevando vino y candelas a los huéspedes. Esta es la primera mención que se hace del vino, que jugará un papel muy importante en la vida del protagonista, en la configuración de su personaje y en la estructura del texto. Las velas también significan algo en función de la aparición del ciego en la historia de la vida de Lázaro, ya que “candela” es algo que alumbra, que guía, y esa será la función de nuestro protagonista cuando esté al servicio del anciano invidente. También podemos agregar que el ciego es un personaje tradicional en la literatura y el folklore.

Es entonces este nuevo personaje que llega como huésped quien pide a la madre de Lázaro los servicios del joven, prometiendo recibirlo como a un hijo. Se nota la ironía en las palabras de la madre al contestar que Lázaro era hijo de un buen hombre que murió por ensalzar la fe.

Muy pronto el anciano decide partir y el hijo debe despedirse de su madre. Ella le dice “Dios te guíe”, en estas palabras hay una profunda ironía porque el camino que le señala Dios es el de la degradación, eso será lo que descubra Lázaro.


En cuanto emprende su camino con su “Nuevo y viejo amo”, nuevo para él y viejo por la edad y la experiencia, el joven vive un episodio muy importante en su vida, porque es cuando recibe la primera enseñanza de su nuevo amo y emprende el camino de la vida despertando de su simpleza y su ingenuidad de niño. El ciego le dice que se acerque al oído del toro de piedra porque allí podrá escuchar un gran ruido dentro de él. Lázar confiado le cree y cuando tiene la cabeza muy cerca de la del animal el ciego le da un golpe en la cabeza contra la piedra y riendo le dice: “Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo”. Este es un momento crucial en la vida del protagonista porque toma conciencia de su soledad que se enfatiza cuando dice “Solo soy”. En parte este va a ser el lema de la conducta picaresca.

Al pasar los días el anciano le enseña a su discípulo la jerigonza, el lenguaje que utilizan los ciegos para entenderse entre si.

Lázaro describe cómo el ciego era bueno en lo que hacía y se rebuscaba para conseguir su sustento mintiendo y engañando, sobretodo a las mujeres. Pero a pesar de todas las tretas que aplicaba el amo para conseguir dinero era muy avaro y mezquino con Lázaro, porque no le daba suficiente comida por lo que el muchacho siempre tenía hambre y debía hacer engaños a su amo para poder comer un poco más. El anciano guardaba la comida dentro de un saco que tenía un aro de metal que se cerraba con un candado. Esto no detuvo al niño hambriento que tuvo la ocurrencia de descoser y coser el saco cada vez que el anciano no pudiera notarlo y así obtener un poco más que las migajas que le proporcionaba el ciego para alimentarse. Pero no solamente la comida sería una motivación para poner en funcionamiento el ingenio del protagonista.


Lázaro, al ser un adicto al vino desde pequeño, se atrevía a robarle un poco de su jarro al ciego con una pajilla, mientras este comía, pero el amo, muy astuto, lo notó y empezó a ubicar el jarro entre sus piernas. Un día, el joven hizo un agujero en la base del jarro y lo tapó con cera. Así, al momento de comer, Lázaro se colocaba entre las piernas del ciego con el pretexto de protegerse del frío, derretía la cera y solo tenía que abrir la boca con la cabeza inclinada hacia atrás para empezar a beber.

Aplicó este truco durante un tiempo hasta que el ciego descubrió el engaño pero disimuló para que el joven no sospechara nada. Determinado día, siguiendo la rutina, Lázaro se encontraba entre las piernas del ciego tomándole el vino cuando de pronto el anciano golpeó muy fuerte la jarra contra la cara del niño, lastimándolo y rompiéndole los dientes. Luego el amo lo curó con vino, y su vez se burlaba diciéndole que “lo que te enfermó te cura y da salud”.

Otra de las burlas del ciego hacia Lázaro tuvo que ver con un racimo de uvas que el amo trajo un día, ya que había sido la limosna que ofreció un “vendimiador”. Acordaron comerlo juntos mientras cada uno tomara una uva por turno, eso fue lo que le propuso el amo a Lázaro. Pero el ciego no cumplió su palabra y empezó a agarrar uvas de dos en dos. Entonces el niño hizo lo mismo, hasta que el ciego continuó agarrando de tres en tres y el niño volvió a seguir el ejemplo, mientras ninguno de los dos hablaba.

Una vez que se terminaran las uvas del racimo, el ciego le comenta al niño que sabe que lo ha engañado y en su turno tomaba de a dos y tres uvas por vez. A pesar de que el Lazarillo negó las acusaciones, el anciano le da un argumento al joven de por qué está seguro de que fue engañado y es que cuando él tomaba las uvas de a dos y de a tres, él joven no decía nada, no se quejaba, por lo tanto el amo sabe que estaba siendo burlado.


Otra de las situaciones que marcaron la vida de Lázaro mientras sirvió para este amo fue cierto día en que el ciego se hallaba cocinando una longaniza y Lázaro sintió muchos deseos de poder comerla también. Aprovechando que su amo le dio dinero para ir a comprar vino, cambió la longaniza por un nabo y se la comió camino a la taberna. Al regreso del niño, el ciego lo acusó de la falta del embutido y al ver que Lázaro negaba el hecho, metió su nariz en la boca del pequeño para oler su aliento. Debido a que la nariz le había alcanzado la epiglotis, vomitó la longaniza y el ciego lo castigó severamente, tanto que Lázaro debió ser rescatado por los vecinos que se acercaron a ver lo que sucedía al escuchar los pedidos de auxilio del joven.


La última burla de Lázaro fue pasado cierto tiempo, en una tarde lluviosa cuando los compañeros se habían decidido por regresar a la posada. En el camino debían cruzar un arroyo muy ancho, pero el joven, que ya había aprendido bastante de su amo, sugirió un lugar para cruzar donde el riachuelo se estrechaba y le propuso pasar por ese trecho. El ciego, ya que se estaba mojando, aceptó la propuesta y le pidió que lo colocara justo frente al estrecho, diciéndole también que fuera el niño el primero en saltar.

Lázaro dispuso a su amo frente a una columna de piedra, simuló saltar colocándose detrás del poste y animó al viejo a que hiciera lo mismo. De este modo, el ciego tomó carrera y saltó, dándose un golpe de frente contra el cilindro. Así Lázaro, tomó su venganza y no desperdició la oportunidad de decirle a su amo "-Cómo, y olistes la longaniza y no el poste? ¡Olé! ¡Olé!"

Esta anécdota del poste viene a ser la venganza de Lázaro también por la primera mala pasada del anciano, cuando le golpeó la cabeza contra el toro de piedra ya que ahora es el viejo quien es golpeado por su inocencia, y se convierte así en un burlador burlado. Lázaro le demuestra que ha crecido y madurado tanto que ya es capaz de burlarlo a él mismo.

Todo el tiempo que compartió Lázaro con el ciego, aprendió que a lo largo de la vida deberá valerse de mentiras y mucha astucia para poder salir adelante, al igual que lo hacía su amo, inventando tretas con lo religioso para conseguir limosnas y así sobrevivir. También ha comprendido el egoísmo y el maltrato que practican las personas que lo rodean, por ejemplo su propio amo, que a pesar de ganar bastante con su trabajo sólo le daba al pobre niño la mitad de lo que éste necesitaba para comer.

Al verse libre de su primer amo, Lázaro sabe que es más listo porque ha demostrado saber mentir, valerse de variadas artimañas para poder comer y tomar venganza de los que le hacen daño.

Para cuando termina la estancia con su primer amo, Lázaro empezó a despertar a la vida pero no por eso es mejor moralmente, sino todo lo contrario. Al ser su amo egoísta y malvado, Lázaro comienza a odiarlo y finalmente recurre a la venganza para librarse de él. Luego, a lo largo de la historia, el niño poco a poco se convierte en malvado y sin honra.

No deja de ser un hecho a destacar que la visión que tiene el pobre niño del mundo exterior es bastante cruda ya que desde los ocho años es huérfano de padre, su madre y padrastro son castigados por intentar criar a su hermanito recién nacido y finalmente su familia se ve en la situación de abandonarlo a la suerte de la vida al servicio de un ciego. La tragedia de la historia va más allá del simple relato de los hechos, y nos obliga a no dejar de ver lo positivo que podría rescatar el niño de esta experiencia de maltrato, lo que pudo aprender de las experiencias que por muy inhumanas lo han despertado a la vida.

Esta es otra característica de la obra, y se ve a lo largo de los tratado, una especie de dualidad o de inversión de sentidos, donde lo insignificante y antiheroico se convierte en significativo y heroico.

2 comentarios: